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El Encuentro

El cristiano se ha encontrado con una realidad excepcional que le ha mostrado la felicidad y la paz que Cristo trae a su vida. Una realidad tan excepcional que, a pesar del escepticismo que llena nuestra cultura y que nos empapa hasta los huesos, le ha permitido afirmar: “Esto es de otro mundo. Es Cristo”. Este es el origen de la fe.

No tenemos fe simplemente porque nos lo sepamos todo y seamos una enciclopedia viviente de la casuística católica, del catecismo y de la moral. El Papa lo ha dicho con fuertes palabras: “vosotros podéis conocer todos los mandamientos, todas las profecías, todas las verdades de fe, pero si esto no se pone en práctica, no va a las obras, no sirve. Podemos recitar el Credo teóricamente, también sin fe, y hay tantas personas que lo hacen así. ¡También los demonios! Los demonios conocen bien lo que se dice en el Credo y saben que es verdad.”

¿Hemos pensado alguna vez en esto? Los demonios controlan al detalle todos los hechos de la historia de la salvación (seguramente mejor que el Papa, es decir, con detalles que el Señor no nos ha revelado a los mortales) pero no por eso tienen fe, ya que se han revuelto contra la Gracia de Dios y lo que saben no tiene la menor incidencia en su vida. Esto no les impediría, por cierto, ser grandes teólogos, sólo que su discurso estaría tocado por dos elementos que manifiestan su falta de fe, como indica el Papa: “la casuística y la ideología”.

Huir de la casuística y de la ideología significa profundizar en el encuentro. Con frecuencia cogemos una moral enlatada, algo así como la carne desecada, y lo aplicamos a la vida de los demás creyendo que con eso ya está todo dicho. Esto es juzgar. Profundizar el encuentro es preocuparse de verdad por ellos, quererlos como son y acompañarlos a través de la escucha y del afecto, dejando que sea Cristo quien haga el camino, ya que es Él quien nos acompaña.

La diferencia es sencilla pero decisiva, y sobre todo es una diferencia que nos cuesta aceptar de corazón: la fe nos llama a abrir nuestros esquemas y prejuicios para que penetre Cristo, que todo lo hace nuevo.