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¿Nos prohíbe Dios comer ciertos alimentos?

Ante esta pregunta, muchos hermanos protestantes y de diversas sectas, algunos con ignorancia, pero sin mala intención y otros simplemente para hacer confundir a los católicos y ganar adherentes en sus sectas, intentan insistentemente en decir que actualmente hay muchos alimentos prohibidos. Estas personas siempre buscan causar duda a los católicos con este tipo de argumentos, pero sin real fundamento y base bíblica, pues hay que ver toda la Biblia y no sólo una parte.

Recordemos que la Biblia no fue escrita de un día para otro, sino en un período de 18 siglos y por ende y aunque se complementan el antiguo y nuevo testamento, no se puede aislar sólo el antiguo testamento de manera parcial como si fuera doctrina eterna, no olvidemos la venida a la tierra de Nuestro Señor Jesucristo y que no vino a cambiar la ley, pero si a perfeccionarla. Dios quiso llevar a su pueblo a la madurez de la Fe y para eso vino Jesús como la última Palabra de Dios a la humanidad. Su vida, sus predicaciones, sus acciones, milagros, muerte para la redención de la humanidad y resurrección, fueron a su vez relatados por sus discípulos formando el Nuevo Testamento, siendo Jesucristo, Dios-hombre, el centro de este y el fin de toda la Biblia. Además, Jesucristo, con su autoridad humano-divina, corrigió y perfeccionó muchas cosas que se leen en el Antiguo Testamento y abolió costumbres que para los judíos eran prácticas muy importantes como la cuestión de los alimentos.

Levítico capítulo 11 enlista las restricciones dietéticas que existían en la nación de Israel. Las leyes dietéticas incluían prohibiciones de comer cerdo, mariscos, casi todos los insectos y otros varios animales. Las reglas dietéticas nunca tuvieron la intención de ser aplicadas a nadie más que Israel. De hecho algunas de esas prohibiciones eran muy antiguas y de costumbres tomadas de otros pueblos e incluso anteriores a la formación más primitiva del pueblo de Israel. Otras prohibiciones se dieron en Israel con la finalidad de distinguirse y apartarse de los pueblos paganos vecinos y de sus cultos idolátricos. También se creía que la sangre era el alma o donde el alma residía (Lev. 19, 26; 17, 11; Deut. 12, 23). Por lo mismo, se juzgaba también impuro todo animal que no había sido desangrado, y todo alimento que lo tocara (Lev. 11, 34 y 39). También prohíbe la grasa de los animales (Lev. 7, 23).

Jesús los reunió a todos un día y les dijo: «Escúchenme todos y entiéndanme bien: No hay ninguna cosa fuera del hombre que al entrar en él lo pueda hacer pecador o impuro…». Y como sus mismos discípulos se sorprendieron con tamaña novedad, Jesús añadió enseguida: «¿No comprenden que nada de lo que desde fuera entra en el hombre lo puede hacer impuro porque no entra en su corazón, sino en su estómago y luego se echa afuera?». Y añade el mismo Jesús: «Lo que sale del hombre, eso es lo que le hace impuro, pues de dentro del corazón salen las malas intenciones, los desórdenes sexuales, los robos, libertinaje, envidia, injuria, orgullo, falta de sentido moral. Todo eso sale de dentro, y eso sí que mancha al hombre» (Mc. 7, 14-23 y Mt. 15, 10-20).

Entonces, Jesús declaró limpios todos los alimentos (Marcos 7:19). Dios le dio una visión al apóstol Pedro en la cual Él le declaró concerniente a los antes declarados animales impuros, “Lo que Dios limpió, no lo llames tú común.” (Hechos 10:15).