Hace 50 años surgió en el papa Paulo VI la idea de celebrar el Día de la Paz el primer día del año 1968. Para ello escribió un mensaje el 8 de diciembre de 1967, el primero de lo que ahora es la Jornada Mundial de la Paz que se celebra el 1 de enero de cada año a fin de “defender la paz frente a los peligros que siempre la amenazan”.
En el mensaje para la 50 Jornada Mundial de la Paz de 2017, que lleva por título “La no violencia: un estilo de política para la paz”, el papa Francisco recordó el mensaje de Paulo VI: “Ha aparecido finalmente con mucha claridad que la paz es la línea única y verdadera del progreso humano, no las tensiones de nacionalismos ambiciosos, ni las conquistas violentas, ni las represiones portadoras de un falso orden civil” y mencionó que su antecesor advirtió del “peligro de creer que las controversias internacionales no se pueden resolver por los caminos de la razón, es decir de las negociaciones fundadas en el derecho, la justicia, la equidad, sino sólo por los de las fuerzas espantosas y mortíferas”.
En este 50º Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz, Francisco propone que “la caridad y la no violencia guíen el modo de tratarnos en las relaciones interpersonales, sociales e internacionales”, explica que “cuando las víctimas de la violencia vencen la tentación de la venganza, se convierten en los protagonistas más creíbles en los procesos no violentos de construcción de la paz” y propone que “la no violencia se trasforme, desde el nivel local y cotidiano hasta el orden mundial, en el estilo característico de nuestras decisiones, de nuestras relaciones, de nuestras acciones y de la política en todas sus formas”. Con la expresión “desde el nivel local y cotidiano” el Papa nos involucra a todos, no solamente a jefes de Estado y a autoridades civiles y militares, sino que se dirige a todos, pues los niveles de violencia crecen en los ambientes de nuestra sociedad, desde las instituciones hasta la vía pública.
Con lamentable experiencia histórica, Francisco recuerda en su Mensaje que “el siglo pasado fue devastado por dos horribles guerras mundiales, conoció la amenaza de la guerra nuclear y un gran número de nuevos conflictos, pero hoy lamentablemente estamos ante una terrible guerra mundial por partes. No es fácil saber si el mundo actualmente es más o menos violento de lo que fue en el pasado”, explica que “esta violencia que se comete por partes, en modos y niveles diversos, provoca un enorme sufrimiento que conocemos bien: guerras en diferentes países y continentes; terrorismo, criminalidad y ataques armados impredecibles” y añade: “La violencia no es la solución para nuestro mundo fragmentado. Responder con violencia a la violencia lleva, en el mejor de los casos, a la emigración forzada y a un enorme sufrimiento, ya que las grandes cantidades de recursos que se destinan a fines militares son sustraídas de las necesidades cotidianas de los jóvenes, de las familias en dificultad, de los ancianos, de los enfermos, de la gran mayoría de los habitantes del mundo. En el peor de los casos, lleva a la muerte física y espiritual de muchos, si no es de todos”.
Francisco presenta un sencillo razonamiento al explicar que “si el origen del que brota la violencia está en el corazón de los hombres, entonces es fundamental recorrer el sendero de la no violencia en primer lugar en el seno de la familia” y expone un hermoso ejemplo: “Las políticas de la no violencia deben comenzar dentro de los muros de casa para después extenderse a toda la familia humana. El ejemplo de santa Teresa de Lisieux nos invita a la práctica del pequeño camino del amor, a no perder la oportunidad de una palabra amable, de una sonrisa, de cualquier pequeño gesto que siembre paz y amistad”.
El Papa presenta, además, un llamamiento: “Las ocho bienaventuranzas (cf. Mt 5,3-10) trazan el perfil de la persona que podemos definir bienaventurada, buena y auténtica. Bienaventurados los mansos -dice Jesús-, los misericordiosos, los que trabajan por la paz, y los puros de corazón, los que tienen hambre y sed de la justicia. Esto es también un programa y un desafío para los líderes políticos y religiosos, para los responsables de las instituciones internacionales y los dirigentes de las empresas y de los medios de comunicación de todo el mundo: aplicar las bienaventuranzas en el desempeño de sus propias responsabilidades”.
Hacia la parte final, en el Mensaje informa acerca de la creación del nuevo Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral.