Por Marcelo López Cambronero | Cuando Trump anunció que haría un muro para separar Estados Unidos de México provocó una gran reacción internacional. El Papa habló entonces, no sobre el que era candidato a Presidente de los Estados Unidos, sino sobre esa mentalidad que cae en el error de pensar que los problemas se resuelven creando separaciones, poniendo tierra de por medio.
Hoy, después de la toma de posesión del empresario reconvertido en político populista, parece que muchos de los miedos que despertaba se van haciendo reales… Sin embargo, hay un miedo tan real como el de sus políticas segregacionistas, y es la contestación violenta que algunos levantaron en las calles de Washington aún antes de que realizase el juramento presidencial. Puede que Trump termine por ser recordado como un Presidente autoritario, racista o incluso fascista, pero es claro que quienes no pueden aceptar el gobierno del que piensa distinto son de suyo antidemócratas. Tanto, tanto, tanto, que para muchos sirven para justificar una figura como la de Trump…
El pasado 22 de enero el periódico español El País publicó una entrevista con el Santo Padre en la que habló sobre este tema. A mí todavía me sorprende la sensatez y el tranquilo sentido común de este viejo jesuita, del que aprendo constantemente.
Cuando le preguntaron sobre su percepción del nuevo Presidente de Estados Unidos se mantuvo tranquilo, sin aspavientos ni exageraciones, y recordó cómo se sitúa un cristiano ante la realidad: atento a lo concreto. Porque el cristianismo no se basa en filosofías o ensoñaciones de hombres, ni en teorías políticas, económicas o morales, sino en el hecho histórico de que el Hijo de Dios se ha hecho hombre y ha venido a compartir nuestra condición y a Revelarnos el amor del Padre.
No nos podemos apoyar en comentarios, rumores o suposiciones. El cristianismo nos enseña a amar la realidad y a partir siempre de lo concreto. Contestaba Francisco: “Veremos lo que hace y de ahí se evalúa. Siempre lo concreto (…)”. Para terminar con una bella reflexión: “Espero. Dios me esperó a mí tanto tiempo, con todos mis pecados…”
Esta me parece una nueva prueba –muy concreta- de que Cristo fue un evento que lo cambió todo, y lo primero al sujeto. Mantengámonos cerca del Señor para que nos regale así la Gracia de Su mirada, como atestigua Francisco en cada momento.