Home > Análisis > Dar voz a los sin voz

Dar voz a los sin voz

“Voz de los sin voz” era el sobrenombre por el que se conocía al obispo argentino Monseñor Enrique Angelelli, un gran amigo del Papa Francisco que fue asesinado por la dictadura militar del Coronel Videla. Se le llamaba así porque denunciaba las injusticias, las persecuciones y las infamias que se cometían contra los débiles e indefensos, contra los que no tenían ni siquiera la posibilidad de ser escuchados.

No es de extrañar que durante muchos años él y el entonces superior de los jesuitas argentinos, Jorge Bergoglio (hoy Francisco), recorrieran los pueblos y los campos acompañando y acercando a todos la misericordia del Señor.

Hoy hay hermanos nuestros que son perseguidos en todo el mundo por su fe y a los que los medios de comunicación masivos silencian sin escrúpulos, por lo que necesitan una “voz” amiga que diga lo que ellos no pueden decir.

En la mayoría de las ocasiones estas “voces amigas” corresponden a periodistas o a misioneros, a Obispos y Arzobispos que se atreven a enfrentarse al terror y a superar el miedo que ellos, como todos, tienen. Es el caso, por ejemplo, del periodista español Fernando de Haro, un hombre directo, apasionado y comprometido que recorre el mundo desde el año 2014 contando cómo es la vida de los cristianos perseguidos a través de sus documentales: su cámara ya ha visitado Egipto, Líbano, Siria, Iraq, Nigeria, La India… También destacaremos a Felipe Vázquez Maqueda, mexicano y director de la película “Perseguidos por su fe”.

Este mes el conocido “vídeo del Papa” nos recuerda esta misma situación y nos dirige una pregunta directa: “¿Cuántos de ustedes rezan por los cristianos perseguidos?”

Porque a veces pensamos que la única ayuda real, la única eficaz, es la que está fuera de nuestro alcance, y así acallamos el clamor de nuestra conciencia. Sin embargo podemos hacer mucho y podemos hacerlo cada día: rezar, pedir, guardarles un rincón en nuestros corazones para que la fuerza de la oración y de la comunión llegue hasta donde estén.

La Presencia del Señor no les faltará, y al acordarnos de sus difíciles circunstancias también nosotros nos abrimos a la Gracia que hace nuevas todas las cosas y que nos permite mantenernos en pie ante las dificultades que afrontamos cada día.

Por Marcelo López Cambronero