La semana pasada terminó el mandato del Cardenal Müller al frente de la Congregación para la Doctrina de la Fe y Francisco nombró como nuevo Prefecto al secretario de dicha Congregación (que había sido a su vez nombrado por Benedicto XVI): el jesuita español Luis Ladaria. Es un cambio importante. Este Dicasterio de la Curia Vaticana tiene como misión la custodia del depósito de la fe, procurando que toda la vida de la Iglesia se desarrolle conforme al Evangelio y la Tradición.
Muchas personas estaban pendientes de este relevo, pensando que sería el inicio de la “Revolución Francisco”… pero, ¿en qué sentido esperaban esta revolución? Creo que fijarnos un poco en esto nos puede enseñar mucho acerca de las miradas erróneas que a veces tenemos sobre la Iglesia.
Los medios de comunicación seculares y los teólogos y pensadores “progresistas” y “conservadores” coinciden en esperar transformaciones que afectarían especialmente a las cuestiones morales de moda: aborto, eutanasia, divorcio, homosexuales… Pero, si leemos el Evangelio, ¿el mensaje de Cristo se dirigía a distinguir con exquisita precisión filosófica los límites y supuestos de este tipo de temas? ¿O más bien estuvo centrado en la entrega al Padre, en la misericordia y en el amor? Y, si esto es así, ¿cuál es la verdadera “revolución” para la Iglesia y la sociedad?
Es comprensible que quienes no han conocido al Señor se dejen llevar por miradas mundanas sobre las cosas, pero los que hemos encontrado a Cristo sabemos por experiencia palpable que no hay mayor novedad en la vida que su Presencia.
El pasado 2 de julio Francisco lo expresaba así: “La doblez no es cristiana, por eso Jesús le reza al Padre para que los discípulos no caigan en el espíritu del mundo. O estás con Jesús, con el Espíritu de Jesús, o estás con el espíritu del mundo”. ¿Miramos a la realidad con los ojos transformados por la gracia de la fe… o como todos?
La moral cristiana no surge de nuestras reflexiones abstractas, sino de nuestro encuentro con Jesús. No es una disciplina de ideas, sino la expresión práctica de una manera de vivir que se experimenta como un ciento por uno dentro de una comunidad, la Iglesia, que tiene en su centro a Cristo Resucitado.
De aquí nace también la “Revolución Francisco”: un hombre que quiere ser, para todos, testigo de Cristo.
Por Marcelo López Cambronero