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Una lectura desde Dios

La vida está llena de hechos pequeños o grandes. Los días y los meses se suceden con velocidades diferentes. Con el pasar del tiempo cambian las perspectivas.

Ante tantas transformaciones en este mundo nuestro, surge la pregunta: ¿y después? ¿Qué ocurre tras la muerte? ¿Existe un Dios que dé sentido a la existencia humana, a mi vida?

La respuesta no resulta fácil. Unos llegan a pensar que el universo surge sin meta y avanza hacia una destrucción inevitable. Otros empiezan a entrever que existe un Dios que al final invita a todos a su casa.

La historia del mundo puede ser leído desde Dios. Entonces el origen se explica como un proyecto de Amor, y aparece en el horizonte un destino que acoge a todos en el respeto de la libertad de cada uno.

Hacer una lectura desde Dios abre posibilidades de sentido inimaginables, sobre todo si ese Dios ha entrado en nuestra historia, ha asumido nuestra naturaleza humana, ha hablado con nuestro lenguaje, y ha compartido nuestros dolores y alegrías.

Jesús de Nazaret, Hijo del Padre e Hijo de María, permite leer el mundo de una manera nueva. Sus Palabras resuenan en los corazones como un mensaje fresco, que nos llega desde el respeto y el cariño manifestado por el humilde Profeta (y más que Profeta) venido de Galilea.

Las piezas empiezan a ocupar un lugar armónico. Aquel accidente fue una permisión divina que ayudó a comprender lo caduco que es todo. Esa llamada telefónica de un amigo permitió recuperar la esperanza en medio de una terrible prueba.

También mi vida tiene su lugar en el mosaico del universo. Porque existo desde un Amor eterno. Porque Cristo dio su Sangre para salvarme del pecado. Porque el Espíritu Santo ha sido derramado en mi corazón. Porque también yo puedo convertirme en un instrumento del amor y de la paz.

Empiezo a comprender cosas nuevas, si bien todavía hay tantos hechos que no alcanzo a abarcar con mi mente limitada. Llegará un día, tras la muerte, en que se desvelará completamente el misterio.

“Ahora vemos en un espejo, en enigma. Entonces veremos cara a cara. Ahora conozco de un modo parcial, pero entonces conoceré como soy conocido” (1Co 13,12).

El tiempo sigue su carrera. Nuevos hechos aparecen en el panorama del mundo y de mi vida. El Amor, en cambio, mantiene siempre una permanencia fresca y abre espacios a la esperanza.

P. Fernando Pascual