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Un mundo de «avanzada» raro

Muchos que se dicen de “avanzada” luchan en favor de un mundo raro.

Piden compasión para una mujer violada pero no tienen compasión por el bebé que lleva en su vientre.

Piden que se le quite la vida al bebé de una mujer embarazada violada, pero impiden a como dé lugar que se le exija denunciar al violador para que se encierre a éste en la cárcel al menos unos días.

Piden “derechos” para los menores de edad, incluso su derecho de “interrumpir el embarazo” o de fumar marihuana, pero exigen a su vez que se les siga tratando como nenes a los 17 años, aunque asesinen a su madre.

Piden que los padres no se entrometan en las decisiones sexuales y aun en toda educación de sus hijos (esa es una labor que pertenece al Estado), a punto de quitárselos si les enseñan que Dios nos creó u hombre o mujer. Aun así, les reclaman a los padres que los mantengan, y aun responsabilizan y llevan a la cárcel si el hijo resultó un “bully”.

Se autoproclaman “liberales” pero niegan el “libre arbitrio” de un asesino. Si mató al vecino lo hizo por las circunstancias sociales que lo agobiaban.

Dicen que es inhumano encerrar en prisión a un asesino, pero piden su “readaptación social”, como si enviaran un automóvil o un robot al mecánico para que lo reparen.

Dicen que es superstición creer en Dios, pero explican la construcción de las pirámides por la intervención de los marcianos o por poderes psíquicos aun no observados.

Exigen educación sexual, aun en las escuelas primarias, en la que se les explique con detalle a los alumnos cómo fornicar, pero se asustan luego por la epidemia de embarazos de adolescentes.

Proclaman a viva voz que “En este mundo cruel no hay verdad ni hay mentira, que todo es del color del cristal con que se mira”, pero tienen la certidumbre de que eres un malvado porque tienes tus propias certidumbres.

Toleran todo, menos que los contradigas (peor, si lo haces con argumentos y no con desplantes sentimentalistas, según su costumbre).

Piden igualdad entre los sexos, pero exigen que distingas con mucha cortesía a cada individuo según una lista de 80 preferencias (o aberraciones) sexuales.

Piden igualdad entre los sexos, pero exigen que se dé preferencia a las mujeres en conseguir empleos de prestigio, ingreso en las universidades, o en cargos públicos y parlamentos.

Piden un mundo mejor pero detestan que hables de las virtudes.

Se burlan de tu religiosidad aunque apenas vayas a oír misa una vez al año, pero se preocupan sobremanera por tu Iglesia. De hecho se dedican todo el tiempo a indicarle qué debe hacer: promover el aborto, ordenar sacerdotisas, casar a homosexuales, decidir democráticamente qué creer, negar la divinidad de Cristo, negar inclusive que existió como hombre históricamente, etc.

Quieren que se reconozca a la mujer por sus méritos, salvo cuando es madre o ama de casa. Eso lo tachan como una vergüenza y una aberración.

Se espantan si, por caballerosidad, le abres la puerta a una dama. Te instruyen: “trátala como si fuera tu igual”. Pero luego te abominan si le hablas con la misma confianza con que le hablas en la cantina a los cuates.

Se arrancan los pelos si le dices a una dama que es guapa (la estás acosando). Se arrancan los pelos que les quedan si no estás de acuerdo con que una lesbiana acose a tu hija (eres un “homófobo”).

Piden baños igualitarios, pero te acusan de acoso sexual si se te ocurre entrar en un baño de damas, es más, a cualquier reunión sólo para damas.

Se burlan de ti porque no comes carne los viernes, es más, te consideran muy rígido por no probar un ribeye que prepararon justo para ti en ese día de Cuaresma. Proponen, sin embargo, que mundialmente no se coma carne los lunes, es más, que no se coma carne ningún día. Te miran entonces con espanto porque le pusiste el martes tantito tocino a los frijoles.

Son los mayores proponentes y practicantes del naturismo, salvo en eso de ingerir anticonceptivos a punto de lucir, aun de día, fosforescentes.

Te prohíben que fumes un poquitín de tabaco aun en el jardín de tu casa, pero exigen que se libere la marihuana y otras drogas, es más, que el Estado la distribuya gratuitamente a quien las solicite. Son los derechos “lúdicos”, explican.

Exigen que se permita que menores de edad y adultos ya cuarentones tengan relaciones sexuales, pero acusan de pederasta a un sacerdote que apenas le dio a un seminarista una palmadita en la espalda para saludarlo. “A ése, linchémoslo”, dicen.

Demonizan al empresario porque gana dinero con sus empresas. Le quitan todo ese dinero porque lo “robó” a los trabajadores. Demonizan luego a ese empresario porque ya no da trabajos.

En la empresa privada todos son malos y son ladrones. En la empresa pública todos son unos ángeles que no tienen malas inclinaciones, sino sólo un genuino interés de servir al pueblo.

Se permiten no callar a los curas si éstos sólo hablan de “pecados estructurales” o “sociales”. Los abominan si les recuerdan también a los fieles los pecados personales.

Se horrorizan porque se les trata a las mujeres como objetos sexuales. Defienden y promueven, sin embargo, la pornografía, y enfocan toda la educación de los adolescentes a capacitarlos en eso de meramente fornicar. Que les hables de matrimonio y familia es ñoñería.

Se asquean al ver una familia, hombre y mujer con sus hijos, felices. Exigen que los homosexuales tengan familia y adopten a los hijos que te quitaron porque les hablaste de Dios.

Se horrorizan porque la Iglesia, única institución que atiende a los migrantes en México, se niega a repartir anticonceptivos en sus albergues. Se asustan aún más si la Iglesia propone entonces que las organizaciones pro-anticonceptivos, o el Estado, sean los que se encarguen de los migrantes.

Se horrorizan porque comes pollo: eres un asesino de animales. Se horrorizan porque te opones al aborto y defiendes la vida de un ser humano en el vientre de una madre.

Se horrorizan porque los jóvenes ya bigotones sufren mucho en las escuelas. Exigen un entorno amigable para ellos, es más, psicólogos que los atiendan. Con todo, se horrorizan porque cuidas a un viejito en vez de ofrecerle la eutanasia.

Los librepensadores se burlan de los ritos de la Iglesia. Los católicos son muy ritualistas, se ríen. En la logia, sin embargo, nos dejan ellos enanos con sus ceremonias y simbolismos.

Son los mayores defensores de las libertades individuales. Con todo, son los mayores defensores de que sólo el Estado sea quien eduque del todo a la población, incluso, los mayores defensores de que el Estado intervenga en tu vida doméstica si la educación que le ofreces a tus hijos no concuerda con la suya.

Son los mayores defensores de las libertades individuales, salvo tu libertad de profesar una religión.

Y aquí le paro, aunque la lista de rarezas de los de “avanzada” sea mucho más larga.

por Arturo Zárate Ruiz

Arturo Zárate Ruiz (México)
Arturo Zárate Ruiz es periodista desde 1974. Recibió el Premio Nacional de Periodismo en 1984. Es doctor en Artes de la Comunicación por la Universidad de Wisconsin, 1992. Desde 1993 es investigador en El Colegio de la Frontera Norte y estudia la cultura fronteriza y las controversias binacionales. Son muy diversas sus publicaciones.