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Aborto y conciencia

Cuando los jóvenes adolescentes se besan apasionadamente, no miden las consecuencias de sus actos, no se dan cuenta de lo que les está pasando, están abriendo un fuego con su pasión que a veces no son capaces de dominar. Las curvas de excitación son diferentes en el hombre y en la mujer; con frecuencia la mujer aún está lejos de conocer que el varón fácilmente se excita; no le ayuda a contenerse, y viene el embarazo no deseado. El chico huye y deja a la mujer con el problema. La meten en una crisis que no tendría por qué vivir si él, por amor, se hubiera detenido a pensar. Pero hoy la gente ¡no piensa!

Algunas mujeres acuden a Vida y Familia, A.C., y encuentran apoyo, otras deciden tener al bebé y darlo en adopción. Lo que las mujeres deben saber es que el aborto no arregla nada, pero eso sí, mata al niño, destruye a la mujer, y ciega la conciencia del padre del niño, arruinando a menudo, la vida familiar.

La mujer no debe alimentar ideas de que el novio se va a ir con otra si ella no accede a darle una prueba de amor. Eso hace mucho daño. Ella debe saber que la imposición y la presión no son propias del amor. Es propio del amor el dominio de los propios instintos. ¡No se vale todo! Estamos en una sociedad muy erotizada, y nos estamos olvidando de lo importante: de ayudar a que la otra persona no se animalice. Es más fácil que el varón se animalice a que la mujer lo haga.

La mujer debería decir al muchacho que pide de más:

¾“Si me quieres, sabrás esperar a que esté madura para afrontar un matrimonio, y no quieras pedirme todo cuando tú no estás preparado para casarte, sostener un hogar y una familia”.

Aun cuando el hombre rechaza la verdad y el bien que el Creador le propone, Dios no le abandona, sino que a través de la voz de la conciencia, continúa buscándole y hablándole, para que reconozca su amor y se abra a la misericordia divina, capaz de sanar cualquier herida. Las mujeres que han abortado deben saber que el Padre de toda misericordia las espera para ofrecerles su perdón y su paz en el Sacramento de la Confesión.

Hay quien dice: “Obra según tu conciencia”, dicen, pero sin darle a esa conciencia elementos firmes que le ayuden a orientarse. La conciencia queda desamparada cuando se le oculta la verdad.

Una mamá le dijo a su hija quinceañera:

¾“¿Estás embarazada?, ¿por qué no abortas? … No te dañes la vida”.

Le contestó la quinceañera:

¾“¿Usted se dañó la vida al tenerme? Si dice eso, quizás no me ama”.

Se ha fraguado una “conjura contra la vida” en la que participan instituciones internacionales como la ONU y sus agencias, dedicadas a alentar campañas anticonceptivas, esterilizaciones y abortos. No podemos justificar el mal. Es muy fácil justificarlo. Si justificamos el mal nos estaríamos clavando puñales.

La moral es el arte de vivir. La moral dice cómo me tengo que comportar para ser bueno y para ser feliz, para ser como el Creador me hizo, esa es la moral positiva. Si actuamos conforme a la naturaleza seremos felices.

La sexualidad pertenece al designio originario del Creador; pero en su lugar, es decir, dentro del matrimonio. Los actos con que los esposos se unen castamente, son honestos y dignos, y favorecen el don recíproco. El acto conyugal respetuoso de su fin es querido por Dios, es bueno en sí, pero ha de ser conyugal.

La pureza de vida es necesaria, la castidad no significa rechazo ni menosprecio de la sexualidad humana: significa más bien energía espiritual que sabe defender el amor de los peligros del egoísmo y de la agresividad, y sabe promoverlo hacia su realización plena.

Al Estado le toca garantizar el respeto a la vida de todo hombre. Contra ese deber no se puede invocar la libertad de conciencia y de elección, porque el respeto a la vida es fundamento de cualquier otro derecho.

La sangre de los bebés no nacidos conmueve el Cielo más aún que la sangre de Abel.

Por Rebeca Reynaud