Una mujer decía: Quiero ser siempre leal a mi marido y que él también lo sea conmigo. Y recordó un viejo consejo: Quien guarda la vista, guarda el corazón. Efectivamente, por los ojos entran las cosas deseables, sean convenientes o inconvenientes. Educar la mirada es una lucha importante, que influye en la calidad de nuestro mundo interior.
No podemos ver todo, mirar todo, no podemos oír todo. Lo que miramos influye en nuestro mundo interior. Aprender a mirar es también aprender a no mirar. Todo lo que penetra a nuestros sentidos, penetra en nuestra conciencia. La mirada limpia es importante porque, si no hay castidad y pureza no se da el amor.
La mirada no es solamente un acto físico; es una acción humana, que expresa las disposiciones del corazón. Hay miradas de amor y de indiferencia: miradas que muestran apertura y disponibilidad para comprender, y miradas cegadas por el egoísmo.
En los siglos III, IV y V de nuestra era tenía un gran prestigio ser Padre del desierto. Una sentencia de los Padres del desierto era: «La guarda del corazón, el examen de sí mismo y el discernimiento, son las tres virtudes que guían al alma».
El corazón se guarda para el novio o la novia y para el futuro cónyuge, o bien para Dios. Guardar el corazón es, sobre todo, cultivar un amor tierno a Jesucristo.
La lucha tiene un frente dentro de nosotros mismos, el frente de las pasiones. Se trata de guardar el corazón de lo malo, pero no se trata de guardarlo por guardarlo. Podemos experimentar la rebelión del cuerpo, pero para eso están la inteligencia y la voluntad. Al tratar a Dios no prescindimos de los afectos del corazón; más aún, procuramos centrarlos en Él. Hay que procurar una oración cálida, huir de la frialdad de corazón y del sentimentalismo.
Salvador Canals dice: “Guardar el corazón quiere decir conservarlo para Dios, vivir de modo que nuestro corazón sea su reino… Guardar el corazón quiere decir también amar con pureza y con pasión a quienes debamos amar, y excluir al mismo tiempo los celos, las envidias y las inquietudes, que son causas ciertas de desorden en el amar. Si imaginamos al corazón como un campo de batalla, podemos decir que esa ciencia enseña a vivir continuamente como los centinelas en las avanzadas.
“Verdad es que el camino no es fácil, pero cuando el corazón ha alcanzado la purificación completa, Dios nuestro Señor, con su presencia y con su amor, ocupa el alma y todas sus potencias: memoria, inteligencia, voluntad. Y de este modo la pureza del corazón conduce al hombre a la unión con Dios.
“En la escuela del corazón podemos aprender, en un instante, más cosas de cuantas nos puedan enseñar en un siglo los maestros de la tierra. Sin la guarda del corazón, por más que queramos empeñarnos, no llegaremos nunca a la santidad” (Salvador Canals, Ascética meditada, Ediciones Rialp, 1962).
La gente suele decir que el amor es ciego. El ciego no es el amor sino el odio, que muchas veces no permite ver las grandes virtudes de los demás.
¿De qué les hablaría San Juan Pablo II a los franceses? Ellos presumen de ser fuertes en el amor. Pues de eso les habló en su viaje a Francia: Toda la historia de la humanidad es la historia de la necesidad de amar y de ser amados… El corazón es la apertura de todo el ser a la existencia de los demás, la capacidad de adivinarlos, de comprenderlos. Una sensibilidad así, auténtica y profunda, hace vulnerable. Por eso, algunos se sienten tentados a deshacerse de ella, encerrándose en sí mismos… Jóvenes de Francia: ¡Alzad más frecuentemente los ojos hacia Jesucristo! Él es el Hombre que más ha amado, del modo más consciente, más voluntario, más gratuito… ¡Contemplad al Hombre-Dios, al hombre del corazón traspasado! ¡No tengáis miedo! “Jesús no vino a condenar el amor, sino a liberar el amor de sus equívocos y de sus falsificaciones. Fue él quien transformó el corazón de Zaqueo, de la Samaritana y quien realiza, hoy todavía, por todo el mundo, parecidas conversiones. Me imagino que esta noche, Cristo murmura a cada uno y a cada una de entre vosotros: “¡Dame, hijo mío, tu corazón!”. Yo lo purificaré, yo lo fortaleceré, yo lo orientaré hacia cuantos lo necesitan: tu propia familia, tu comunidad, tu ambiente social… El amor exige ser compartido”. Sin Dios el hombre pierde la clave de sí mismo, pierde la clave de su historia. Porque, desde la creación, lleva en sí la semejanza de Dios” (nn. 5 y 6).
Por Rebeca Reynaud
Es fundamental guardar la mirada, con ella se puede herir, incomodar, perjudicar hemos de tener siempre atenta la voluntad para controlar este sentido. Esto nos enseñara a estar atentos a muchos pecados.
Si logramos esto, que es un don de Dios, nos encontraremos en un camino donde podremos profundiza en la vida de jesus, mejor dicho si no consigues limpiar la mirada Jesus no te deja entrar en su santidad.
Cuando se va disipando los extravios de los sentidos, tu corazon cada vez esta mas limpio y la necesidad de ir a misa, de la eucaristia, de estar cada dia con Dios se ira incrementando, no tiene fin.
Saludos y que la Virgen Maria que fue la persona que mas estuvo con Jesus, de bebe, de niño, adolescente, joven, durante su vida publica y a los pies de la cruz os acompañe en vuestra vida
Jaime
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