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Animalismo

Si en días recientes te sentiste incómodo al comer taquitos al pastor, lo más probable es que ni fuera porque estuviese el puerco echado a perder ni porque los consumiste parado, de prisa, junto al marchante que los vendía en la calle, lo más probable es que pasó por allí un vegano quien, mientras comía él ajos crudos, te acusaba a viva voz de ser “asesino de animales”.

Sucede que personas como él, que ahora abundan, creen que los animales tienen los mismos derechos (o más) que los seres humanos, por lo cual a tu periquito de amor no debes mantenerlo enjaulado (eso sería “esclavitud”) y a una gallina no te está permitido matarla (sería un “asesinato”), y menos comerla (sería “canibalismo”), inclusive sus huevos (sería un “aborto”).

Los abortos de seres humanos, hay que aclararlo, no sólo están permitidos sino, según creen los defensores de los derechos de los animales, son recomendabilísimos, pues los humanos somos un “virus”, una “especie invasora”, que pone en peligro a todas las demás especies, a la “¡Oh, Madre Tierra!”  Lo deseable es, para ellos, que la especie humana desaparezca del planeta.  Sólo entonces estará todo bien.

Para ellos, la especie más importante en este mundo son las abejitas, porque polinizan las flores.  Por ello, debemos dejar de dedicarnos a la agricultura, inclusive dejar de comer el pan de nuestras cosechas pues las obtenemos a expensas de las abejitas a las cuales privamos de sus florecitas al sembrar nosotros trigo o maíz.  Sospecho que los animalistas pronto proclamaran como segunda especie más importante a las cucarachas pues inyectan vida a los albañales.  Por tanto, que no se nos ocurra aplastar a este insecto cuando se acerca a la cara de tu bebe porque seríamos terribles “asesinos” con agravantes.

No quiere decir todo esto que los animalistas no reserven alguna compasión para ti. Si te ven comer una salchicha, te rogaran por tu salud que mejor te comas un pepino, que, “si no lo habías notado, tiene sabor a carne y es más nutritivo que ella”.  Y por supuesto, que ni se te ocurra amamantar a tu bebito con ese producto animalesco que es la leche materna, pues ya hay la muy natural “leche de almendras”.

En su mundo idílico, los animalistas conciben a todos los animales como el Ratón Miguelito y su novia Mimí, todo amor.  Por eso se escandalizan con documentales sobre la vida animal, o películas como el Rey León, donde se muestra que los animales son después de todo animales: violentos y carniceros. Para ellos, esos programas o son una calumnia contra los animales o son una prueba más de que los humanos maltratamos a los animalitos por obligarlos a pelearse frente a las cámaras que filman.

Ahora bien, en el mundo real en que vivimos, los humanos somos los únicos animales que nos damos cuenta de cualquier maltrato, y, de ser virtuosos, lo evitamos cuando es innecesario. Tan lo sabemos que nos reconocemos guardianes de la Creación, y buscamos lo mejor para ella.  Lo que no quiere decir que no sepamos aprovecharnos de los recursos que nos ha dado Dios para alimentarnos y crecer en santidad.  Que el mismo Jesús comió cordero y pescado, pudiendo haber comido higos que una higuera se negó a darle.

Por Arturo Zárate Ruiz

Arturo Zárate Ruiz (México)
Arturo Zárate Ruiz es periodista desde 1974. Recibió el Premio Nacional de Periodismo en 1984. Es doctor en Artes de la Comunicación por la Universidad de Wisconsin, 1992. Desde 1993 es investigador en El Colegio de la Frontera Norte y estudia la cultura fronteriza y las controversias binacionales. Son muy diversas sus publicaciones.