Una
de las más notables y frecuentes incoherencias -entre otras muchas- de
los creyentes, se da respecto al uso y lectura de la Biblia.
La
mayoría de ellos están convencidos de que la Biblia es el libro de los
libros por excelencia. El más difundido y traducido a miles de lenguas
en todo el mundo. El libro que encierra, condensada, la sabiduría e
incluso la belleza literaria mayor de todos los siglos. Están también
convencidos de que es "la Palabra de Dios", intemporal, eterna
y revelada, que se ofrece como camino de salvación para todos los
hombres de cualquier condición, raza, tiempo, lugar y cultura que sean.
Creen que en ella está claramente expresada la voluntad divina, el
camino que hay que seguir para agradar a DIOS en la vida presente y para
hallarle en la futura. Que la Biblia es la fuente de felicidad y perenne
alegría que ha consolado, fortalecido y santificado a millones de
personas a lo largo de los siglos y en las circunstancias más adversas.
Que ningún otro libro -por importante que sea- se puede comparar a este
singular, sublime y superior libro que ha obrado y sigue obrando
conversiones maravillosas. Que millones de personas han encontrado en
este libro el pleno sentido de sus vidas y el consuelo y paz que
buscaban inútilmente por otros derroteros.
En
fin, pocos dudarían de colocar en lugar preeminente y prioritario,
entre todos los escritos salidos de la mano, corazón e inteligencia del
hombre, la Sagrada Biblia...
Y
es aquí, precisamente, donde la mayoría de los creyentes muestran su
palpable incoherencia entre lo que dicen creer y lo que practican. Todos
recuerdan la contundente frase de Jesús:"No sólo de pan vive el
Hombre, sino de toda Palabra que sale de la boca de Dios".
Es
decir que la lectura, reflexión y meditación de la Biblia es el
alimento espiritual indispensable para todo creyente.
No
puede haber vida en el alma sin la Palabra de Dios, acogida, saboreada y
hecha carne propia como María, la madre de Jesús.
Quien
se encuentra con la Biblia, en definitiva, se encuentra con Dios, que le
sale al encuentro.
Ahora
bien, si tantos creyentes -practicantes o no- están convencidos de lo
anterior, les formulo unos interrogantes lógicos, cuya respuestas
sincera dejo a cada persona.
-¿Por
qué no hacer de la Biblia, el libro de cabecera, el libro de lectura
obligada y alimento diario para cada creyente durante toda su vida?.
-¿Por
qué no saborear sin prisas, la carta -cada día distinta- que nuestro
Padre Dios nos manda a todos sus hijos para conducirnos hasta Él por el
camino seguro?.
-¿
Por qué no buscar en la Biblia, tomada con fe y previa oración
-abierta por cualquier parte- la respuesta personal de Dios a tantos
problemas, angustias y preocupaciones de nuestra existencia?.
-Si
en este empeño y en el contacto con la Palabra de Dios, encuentras algo
que no entiendes, cuyo sentido se te escapa o quisieras conocer en
profundidad, sería la ocasión de acudir a alguien -algún experto
dentro de la comunidad eclesial- que te lo pudiese aclarar.
No
quiero abrumarte. Haz la prueba. Busca en la Biblia lo que necesitas.
¡HAZ ESTO Y VIVIRÀS¡ Nota : Todo lo anteriormente dicho y escrito
vale no sólo para los creyentes -practicantes o no- sino para toda
persona que trata de buscar a Dios, de encontrar sentido a su vida, o de
encontrar paz, consuelo, esperanza y alegría en medio de los avatares
de su vida terrena.
¡Que
haga la prueba y no se arrepentirá¡. ¡¡ MERECE LA PENA ¡¡
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