Divorcio entre vida privada, pública y ética
Rosa Martha Abascal de Arton

Nadie, en su sano juicio, y con un nivel mínimo de ética, puede pedir que un gobernante lleve una vida en lo privado y otra en lo público, ya que el ser humano es una unidad bio-psico-social, y esa unidad y congruencia debe ser proyectada en todos los ámbitos de su vida.

 

Con motivo del primer año de gobierno del Presidente Vicente Fox y su gabinete, algunos editorialistas volvieron a mencionar un tema que durante los años de dominio del PRI simplemente no tenía razón de existir, debido a que las reglas eran muy claras: una cosa era la vida privada, otra la pública y otra la ética.

Históricamente ha habido diferentes concepciones de ésta dificilísima convivencia:

1. Aristóteles: el fin del hombre y de la sociedad es la felicidad. La excelencia del Ser humano se alcanza cuando se desarrollan virtudes que contribuyen a fortalecer la comunidad política.

2. Maquiavelo: lo político no tiene nada que ver con los juicios morales, la política debe conseguir sus fines a cualquier precio y la bondad no compagina con los fines políticos. La justicia y el bien común están fuera de lugar.

3. Kant, su pesimismo moral es brutal, afirma que la convivencia entre política y moral nunca podrá darse.

4. Weber: el político debe tener dos características esenciales: regirse por una ética y asumir las consecuencias de sus actos y decisiones y si se ve obligado a actuar contra sus principios, debe retirarse.

 

Nadie, en su sano juicio, y con un nivel mínimo de ética, puede pedir que un gobernante lleve una vida en lo privado y otra en lo público, ya que el ser humano es una unidad bio-psico-social, y esa unidad y congruencia debe ser proyectada en todos los ámbitos de su vida.

La meta en las relaciones privadas y en las públicas debe ser el respeto a la dignidad de la persona, su felicidad y el bien común. En las relaciones privadas, valen los actos y las intenciones, estos actos afectan necesariamente la vida de la sociedad, así que de alguna manera, lo privado se convierte en público. En las relaciones públicas, lo que vale son los resultados, las intenciones son ignoradas.

Una persona común, un gobernante en su vida privada, tiene obligaciones de justicia y respeto para los demás en su ámbito familiar, de trabajo, religioso y como ciudadano

Un gobernante, en su vida pública tiene otras obligaciones. La idea de moral pública va ligada a los deberes y actitudes de la persona política pues decide por la colectividad y debe mantener un equilibrio entre los intereses privados y públicos, siempre en el marco de la ética, la moral, ya que el fin de cualquier acto de un gobernante debe ser la justicia, el bien común, y los actos o decisiones, deben ser subsidiarios del bien común.

El político con una vida privada congruente con su vida pública, en donde haya una perfecta identificación entre pensamiento, palabra y acción, SIEMPRE conformes con la ética y la justicia, será un gobernante que facilitará la felicidad de los seres humanos que gobierne y por consiguiente el bien común de la sociedad que dirija.

Así pues, en lugar de cuestionar la "oportunidad" de separar la vida privada de la pública y de la ética, deberíamos como ciudadanos pugnar por que la congruencia de vida en la sociedad sea valorada, respetada y alentada como un medio eficacísimo de lograr la justicia, la felicidad y el bien común en todo nuestro mundo.

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Publicado el: Viernes, 28 de Noviembre de 2003 13:20:19 -0600