Con
motivo del primer año de gobierno del Presidente Vicente Fox y su
gabinete, algunos editorialistas volvieron a mencionar un tema que
durante los años de dominio del PRI simplemente no tenía razón de
existir, debido a que las reglas eran muy claras: una cosa era la vida
privada, otra la pública y otra la ética.
Históricamente
ha habido diferentes concepciones de ésta dificilísima convivencia:
1.
Aristóteles: el fin del hombre y de la sociedad es la felicidad. La
excelencia del Ser humano se alcanza cuando se desarrollan virtudes que
contribuyen a fortalecer la comunidad política.
2.
Maquiavelo: lo político no tiene nada que ver con los juicios morales,
la política debe conseguir sus fines a cualquier precio y la bondad no
compagina con los fines políticos. La justicia y el bien común están
fuera de lugar.
3.
Kant, su pesimismo moral es brutal, afirma que la convivencia entre
política y moral nunca podrá darse.
4.
Weber: el político debe tener dos características esenciales: regirse
por una ética y asumir las consecuencias de sus actos y decisiones y si
se ve obligado a actuar contra sus principios, debe retirarse.
Nadie,
en su sano juicio, y con un nivel mínimo de ética, puede pedir que un
gobernante lleve una vida en lo privado y otra en lo público, ya que el
ser humano es una unidad bio-psico-social, y esa unidad y congruencia
debe ser proyectada en todos los ámbitos de su vida.
La
meta en las relaciones privadas y en las públicas debe ser el respeto a
la dignidad de la persona, su felicidad y el bien común. En las
relaciones privadas, valen los actos y las intenciones, estos actos
afectan necesariamente la vida de la sociedad, así que de alguna
manera, lo privado se convierte en público. En las relaciones
públicas, lo que vale son los resultados, las intenciones son
ignoradas.
Una
persona común, un gobernante en su vida privada, tiene obligaciones de
justicia y respeto para los demás en su ámbito familiar, de trabajo,
religioso y como ciudadano
Un
gobernante, en su vida pública tiene otras obligaciones. La idea de
moral pública va ligada a los deberes y actitudes de la persona
política pues decide por la colectividad y debe mantener un equilibrio
entre los intereses privados y públicos, siempre en el marco de la
ética, la moral, ya que el fin de cualquier acto de un gobernante debe
ser la justicia, el bien común, y los actos o decisiones, deben ser
subsidiarios del bien común.
El
político con una vida privada congruente con su vida pública, en donde
haya una perfecta identificación entre pensamiento, palabra y acción,
SIEMPRE conformes con la ética y la justicia, será un gobernante que
facilitará la felicidad de los seres humanos que gobierne y por
consiguiente el bien común de la sociedad que dirija.
Así
pues, en lugar de cuestionar la "oportunidad" de separar la
vida privada de la pública y de la ética, deberíamos como ciudadanos
pugnar por que la congruencia de vida en la sociedad sea valorada,
respetada y alentada como un medio eficacísimo de lograr la justicia,
la felicidad y el bien común en todo nuestro mundo.
|