MI CONCLUSION
Los
ángeles llegan por la tarde, que es cuando se busca refugio, al final
de la jornada. En esta ocasión, lo veo relacionado, con que finalizó
el tiempo para Sodoma.
“Lot estaba sentado a la puerta”. Estaba en apertura para recibir,
cumplir con la ley de hospitalidad. Para recibir al Señor, esta vez son
sus mensajeros, que llegan en su Nombre. Lot va hacia ellos para
recibirlos y en ellos ve a Dios mismo, reconoce su divinidad, dado que
se postra rostro a tierra, que sólo se hace en presencia del Señor.
Cuando el escritor utiliza el verbo “dijo”, me parece que quiere
comunicar, que dialogó, que se comunicó con Dios. Cuando el hombre
corre al encuentro del Señor, El dialoga con el hombre, con palabras
humanas.
Lot lo invita a su casa y se proclama su servidor. Lo invita a morar con
él, en él.
La frase “haceis noche”, me recuerda al Creador del tiempo, a Dios
creador del día y de la noche.
Cuando Lot cumpliendo con la ley de hospitalidad, les lava los pies, nos
recuerda otros lavados.Jn 13, 4-6. Veo al agua como la purificación de
todo lo que se trae de afuera, de lo mundano.
En el versículo 2 e, “de madrugada” vuelve a referirse a un espacio
de tiempo. A la hora en que se encuentra el Pueblo de Israel, la
Historia de la Salvación: en sus comienzos.
El escritor nos dice: “Seguireis vuestro camino”, el camino trazado
por Dios, el camino de la Humanidad, el camino para que todos
transitemos.
“Pero tanto porfió con ellos” me recuerda a “Pedid y se os
concederá”, que ellos se quedan con él. Cuando el hombre alberga a
Dios en su corazón (en su casa) el Señor se queda con nosotros.
Lot les prepara la comida, símbolo de hospitalidad, de preocupación
por el otro, de compartir, de comunión.
Los sodomitas los sacan de la paz en que se encontraban, toda acción
contraria a Dios nos saca también de la paz. Ellos indagan, molestan,
preguntan. Los hombres que duermen en paz, son los hombres del Señor.
Los sodomitas ordenan que los saque afuera, coartan su libertad, pero no
pueden entrar en sus vidas. Es el hombre en su libertad, que puede sacar
el mal para transformarlo en bien.
Cuando Lot sale a la puerta de su casa y cierra la puerta tras de sí,
es para no permitir que el mal entre, para proteger su interior.
Cuando les habla, les suplica que no hagan mal y a pesar de esta
irrupción violenta, los llama hermanos.
Les ofrece lo más preciado que tiene en el mundo: sus hijas, con tal de
permanecer con los enviados del Señor.
En el momento de mayor peligro, sus mensajeros, el Señor mismo lo
salvan.
Es entonces que Lot, es advertido del inminente peligro, de que la
ciudad, de que el mal, será destruido. La acogida que tuvo lugar al
principio con los huéspedes, lo hacen ahora acoger su palabra e
intentar difundirla entre los suyos. Lot obedece. A la orden de
abandonar la ciudad, de huir del mal, hay una ejecución inmediata.
Pese
a que en esta perícopa, falta la despedida de los huéspedes, cumple
con todos los requisitos de otros textos bíblicos relativos a la
hospitalidad.
También con lo que sucede en nuestras vidas, cuando permitimos al
Señor morar en nosotros. Cuando preparamos nuestra casa, nuestra
persona, para albergarlo, para que El pueda permanecer en nosotros.
Cuando nos purificamos con el agua de vida y nos alimentamos con la
Eucaristía. Y luego nos cerramos a todo lo que no sea bueno para El, y
lo defendemos entregándole lo más preciado de nuestras vidas. En esta
perícopa, las hijas de Lot.
El está aquí para defendernos, protegernos, salvarnos. También para
advertirnos “el que tenga oídos para oir...”, para huir del mal, de
toda destrucción.
Veo acá la importancia de la apertura y del diálogo permanente con el
Señor Vivo entre nosotros, visitándonos, para que lo alberguemos como
fieles custodios, sirviéndole y amándolo.
Los tres ángeles de Abraham, son la Trinidad en nosotros. Los dos
ángeles de Lot son el anuncio de Jesucristo en nosotros.
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