Actualmente
se desarrolla un debate acerca de las bondades o defectos del sistema
financiero y la globalización. Las discusiones se polarizan en torno a
dos posturas extremas: el economicismo o la protesta reaccionaria.
La
controversia se caracteriza en que ninguna de las posiciones elabora
propuestas alternativas concretas, mientras la situación social y
ambiental se deteriora a ritmos acelerados.
De
esta forma, el milenio que comienza nos presenta un desafío que nos
atañe a todos sin distinción: estamos en una encrucijada en la que
urge rectificar la economía, partiendo de una concepción
antropológica que humanice los procesos de intercambio y globalice
nuevos esquemas de solidaridad.
Esta
es la inspiración fundamental del Premio Nobel en Economía Amartya
Sen, para que la actividad económica vuelva a tener como fin último no
la ganancia, sino la persona humana y su necesidad.
Ello
solo se logrará impulsando nuevos sistemas de responsabilidad social.
Se requieren no sólo análisis cuantitativos, sino enfoques
cualitativos, en los que las personas dejen de clasificarse en ganadores
y perdedores, y todos se conviertan en cooperadores honestos y
equitativos en un esquema de "ganar-ganar".
Para
ello, hay que hacer converger esfuerzos en la creación de una economía
real y participativa, donde todos los actores sean creadores de
progreso, de valores (tangibles e intangibles) y de satisfacción
(incluyente e integral).
Profunda
renovación
Primeramente,
necesitamos activar las íntimas energías espirituales. El moderno
utilitarismo, que no es sino un opuesto dialéctico del socialismo
horizontal y materialista, ha permeado profundamente nuestra mentalidad
y nuestra vida, induciendo el olvido de los valores que propulsan el
auténtico progreso humano. Egoísmo, avaricia, relativismo y hedonismo
están borrando la generosidad original, la inventiva, la solidaridad y
el compromiso que edificaron las bases de nuestra civilización. Para
emprender la más desafiante y urgente tarea, son requisito básico la
reflexión, el estudio, y la disciplina física y mental.
Sociedad
civil
En
segundo lugar, hace falta vivificar la participación de la sociedad
civil. Según Francis Fukuyama, las consecuencias de no contar con
sociedades vivas y organizadas son devastadoras. La Unión Soviética y
los países del Este, en donde el tejido social fue completamente
destruido, son ejemplo inobjetable a este respecto.
Si
la creación de una sociedad civil rica y comprometida no es el
resultado natural de la economía de libre mercado ni de la democracia,
y si los planteamientos de Fukuyama son acertados, y si una cultura
basada en la cooperación es requisito esencial para la formación de
una sociedad próspera, la discusión actual acerca de la participación
debe aumentar de modo necesario.
Participar
no es un lujo altruista ni una actividad marginal. Se trata de asegurar
la subsistencia de nuestra propia civilización. Hay que encontrar
nuevas formas de intervenir, de solidarizarse, de cooperar para que los
cambios se den en la dirección y en los tiempos adecuados.
La
sociedad civil, compartiendo e innovando valores, debe alimentar una
estrategia eficaz para desarrollar una vida económica social en una
perspectiva local, regional y global.
Nuevos
esquemas
En
los últimos cincuenta años hemos atestiguado cómo unas pocas
transnacionales se han extendido por el mundo precipitando los recursos,
la producción y los salarios. Los números revelan lo absurdo que es
querer describir la economía occidental como de "libre"
comercio, cuando veinte, de los veintiséis países industrializados
llegaron a tener más medidas proteccionistas a finales de los noventa
que a inicios de los ochenta. Y un atento análisis del proceso de
globalización, desde las negociaciones previas al Acuerdo General sobre
Aranceles y Comercio (GATT) hasta las medidas políticas del Acuerdo
Multilateral sobre Inversiones (AMI), muestra que más bien se puede
hablar de un neo-intervencionismo que asegura a las transnacionales el
libre acceso a los recursos de las regiones y a su mano de obra barata.
Las transacciones comerciales de las 350 empresas más grandes del
mundo, realizaban a finales de siglo cerca del 40% del comercio global
representando más de un tercio del comercio de los Estados Unidos. Si
bien se ha facilitado el desarrollo, la concentración del mismo hace
que los resultados sociales y ambientales sean amenazadores.
Pero,
a pesar de los desequilibrios, está surgiendo una conciencia
empresarial deseosa de fomentar un mercado que impacte en lo social
directa y positivamente. Un ejemplo de ello son las franjas de
inversión ética, donde diversos inversionistas están optando por
moverse sólo entre aquellas opciones bursátiles de empresas con
responsabilidad social y ambiental (sólo por mencionar algunas
sociedades: www.socialinvest.com
/ www.realmoney.org
/ www.greencentury.com
/ www.calvertgroup.com
).
Grupos
de filantropía, asociaciones civiles, unidades y redes productivas,
ONG's, empresas y autoridades responsables, todas ellas constituyen una
auténtica esperanza en un mundo que de otra manera continuaría
marchando hacia la polarización, la frustración, la desesperación y
la violencia.
Todas
esas agrupaciones deben coordinar e intercambiar experiencias y
esfuerzos. Han de transformarse en semillas catalizadoras de procesos
donde todos, como verdaderos actores, incrementemos niveles de
responsabilidad, esfuerzo y productividad socioeconómica, para
neutralizar los efectos negativos de las megaestructuras sabiendo
aprovechar sabiamente sus potencialidades.
Por
lo mismo, la solución integral debe compartir reciprocidades y
construir puentes de intercambio. El reto de las instancias privadas y
públicas es el de promover con elasticidad, subsidiaria y
solidariamente, los nuevos esquemas de mercado social, en donde se
establezca una nueva cultura laboral y productiva que compagine los
diversos regímenes con el principio del bien común. El Estado como
garante y propulsor de esa economía, no distorsionando sino, al
contrario, desembarazándose de sectores que abultan su presupuesto, y
que bien podrían estar gozando de importante propulsión y apoyo por
parte de inversión y gestión privada.
El
desafío local, regional y global, está demandando aprender a trabajar
mediante enfoques sistémicos y holísticos, combinando la
responsabilidad y la participación solidaria con maravillosas
invenciones humanas y tecnológicas como la Internet. Hay que vincular
empresas, proyectos de gobierno y cadenas productivas con instituciones
y grupos que en otras partes de la nación o del globo pueden
intercambiar valores (tangibles e intangibles) de forma crecientemente
cohesiva.
Medianos
y grandes productores muchas veces logran sobrevivir de espaldas a la
población, tragados en un proceso que los acaba convirtiendo en
especuladores o en adoradores de las grandes fusiones.
Por
contrapartida, la nueva economía necesita circuitos que se inserten en
dinámicas con destino social. Un nuevo empresariado productivo y
comprometido debe ser formado entre aquellos que luchan por crecer con
dignidad, construyendo una economía que incluya no a pocos, sino a
todos. Si no generamos auto-responsabilidad, muy poco o nada se podrá
lograr en el mediano y largo plazo.
La
brecha entre microeconomía y macroeconomía se debe resolver a través
de sinergias tácticas que desemboquen en una mesoeconomía digna y
sostenible. No caridad ni subsidios, sino inversión social e
innovación productiva. Mucho más importante son el conocimiento, la
confianza, la reciprocidad y la participación.
Por
ello, hace falta que los inversionistas se solidaricen y asuman los
riesgos como asociados comprometidos, facilitando una inversión
integral que comprenda estudios de necesidad social, reticulación,
capacitación, experimentación e innovación, apostando al
fortalecimiento del tejido social y colaborando activamente con él.
Creación
de sinergias
En
este contexto, hace falta desarrollar laboratorios que vinculen
iniciativas competitivas y cooperativas con programas generales de
desarrollo.
Diversas
experiencias de economía social merecen la atención de instancias
públicas y privadas. No se trata de discursos utópicos, sino de
realidades que están confirmando cómo es posible desarrollar una
economía solidaria. Bancos comunales, redes de intercambio, inversiones
de promoción, sistemas de multitrueque, dinero alternativo, empresas
solidarias, fondos de mutuo beneficio, cajas de ahorro y moneda social
preconvenida, muchos de ellos interconectados ya globalmente, son
ejemplos fehacientes de que un nuevo mercado social es no sólo
factible, sino fácilmente gestionable. Se trata de otra globalización
fundada en la cultura de la cooperación y la ética de la solidaridad.
Mientras
el cooperativismo es una organización de la economía social
alternativa, los excesos del neoliberalismo son el camino de la
competencia desmedida y de la exclusión. Por ello, urge reorganizar la
economía no en función del dinero, sino en función de la sociedad.
Ganancia como motor, persona humana como destino.
Sostenibilidad
y nuevo dinero
Las
características de esta nueva economía social son la identidad, la
seguridad y la sostenibilidad. La primera se refiere a la fortaleza
intrínseca para responder a los retos y compromisos en el largo plazo.
La segunda establece las formas de proteger los procesos resolviendo los
conflictos sociales por una vía no violenta. Y la tercera señala el
objetivo de intercambiar equitativamente bienes, servicios y
conocimientos en vistas a mejorar el nivel de vida de las personas, las
familias y las comunidades. Es por ello que la meta de la economía
social se podría sintetizar en el lema "Vida Digna y
Sostenible".
A
este respecto, un elemento esencial de la sostenibilidad podría ser la
incorporación paralela de moneda alternativa.
El
actual intercambio de moneda fiduciaria crediticia por bienes y
servicios, está intrínsecamente basado en un colosal fraude
histórico.
A
partir de 1971, cuando los Estados Unidos incumplieron unilateralmente
el compromiso de respaldar sus dólares con oro, la nueva doctrina de
los dueños del dinero obligó a que el tipo de cambio pasara a ser
flotante y alejado de cualquier patrón sólido y estable. Esto provocó
que las monedas nacionales se convirtieran en mercancía, por lo cual se
multiplicaron las prácticas de usura, especulación, emisión monetaria
irresponsable, excesiva ampliación del crédito y, finalmente,
usurpación de la riqueza real y productiva, con el consiguiente
deterioro del bienestar de pueblos y naciones.
Desde
entonces, mientras que las reservas de oro en los bancos centrales
crecieron un 12%, los dólares en circulación aumentaron un 12,300%,
acumulando una inmensa montaña de papeles verdes que a final de siglo
llegó a 1 millón 140 mil millones de dólares.
Justificándose
con la doctrina keynesiana, inundaron los mercados mundiales de liquidez
ficticia y los gobiernos nacionales se hicieron cómplices de un sistema
que les permite emitir papel moneda para financiar el gasto público.
A
corto, mediano y largo plazo, quien paga los costos de ese fraude es la
población. Una devaluación del peso mexicano frente al dólar del
84,700% en los últimos 25 años, es una elocuente manifestación de lo
que ese modelo ha infligido a las naciones.
Con
ese sistema, la única salida es castigar los salarios para privilegiar
las exportaciones y obtener más reservas de divisa. El trabajador, sin
saberlo, subsidia las importaciones y paga los costos de una carrera
global suicida por ver qué país produce más barato.
Los
Estados Unidos imprimieron tántos dólares que su valor ha caído
sustancialmente desde 1945. Sin embargo, nunca han sufrido la
inflación. Simplemente la exportan al resto de las naciones. Éstas la
han tenido que soportar en fuerza de la "paz" que los
norteamericanos mantienen mediante la imposición de su Nuevo Orden.
Un
colapso final del mundo capitalista podría suceder (según monetaristas
internacionales como Giuseppe Palladino) precisamente por este
monumental fraude que contraviene todas las reglas de la naturaleza
humana y de la misma economía, y que desde hace varios años ha
traspasado el llamado "límite crítico". Por ello, no sería
descabellado comenzar a introducir el uso de dinero comunitario y moneda
de valor intrínseco, en el marco de nuevos sistemas de crédito y
multitrueque de valores sólidos y vitales.
Cada
actor social es un productor (de bienes o servicios) y un consumidor.
Hacen falta sistemas que vinculen directa y positivamente ambas
dimensiones, sin depender siempre de instancias y factores externos que
arbitrariamente le otorgan o le quitan valor a la moneda y a los
intercambios. Un valor fiduciario está necesariamente sujeto a la
confianza, pero también al miedo, a la manipulación, a la avaricia y a
la corrupción.
Diversas
redes sociales locales han introducido exitosamente cheques de trueque
que facilitan el intercambio de bienes y servicios. La Internet ha
facilitado incluso la vinculación de iniciativas regionales y globales.
Por
otro lado, la moneda de plata comienza a ser considerada como
instrumento final de ahorro, sin excluir que también pueda circular
como herramienta de intercambio, y que asimismo circulen billetes
redimibles denominados en plata. Al menos en México, ésta es una
posibilidad contemplada ya por la ley (art. 2 bis de la Ley Monetaria
vigente).
El
29 de septiembre de 1999, la Academia de Finanzas Públicas, en voz de
su presidente, Aurelio Reyes Larrauri, presentó la propuesta de
introducir paralelamente una nueva moneda de plata para México, dado
que ésta cumple los requisitos de un verdadero sistema monetario:
autenticidad, estabilidad, universalidad, compatibilidad, racionalidad y
adecuación.
El
metal no impide el crédito, lo regula para que no provoque otro
deterioro como el que hemos padecido continuamente con el ya desgastado
sistema de monedas sin respaldo.
Por
cuanto respecta a los costos sociales, sobre todo cuando los Estados
Unidos han entrado en recesión, si la moneda local tiene un valor
subjetivo con relación a la moneda de otro país, su incesante
devaluación modifica substancialmente el tamaño de un crédito
contraído, encarece las importaciones, disminuye el monto de los
capitales y vuelve impagable las deudas, reduciendo la capacidad de
compra del trabajador y aumentando incesantemente la miseria y la
pobreza del país. En ese panorama, el enorme desequilibrio en la
balanza de pago, aunado a la tendencia a la baja en los precios del
petróleo, hace que necesariamente se abra este debate.
El
dinero emitido sin respaldo, siendo crédito que los gobiernos se
otorgan a sí mismos, prescinde de los elementos esenciales del
crédito: no hay contraprestación, no hay interés a pagar y no está
pactada la devolución del principal. Quien paga los costos es siempre
la población.
La
moneda fiduciaria tiene dos funciones: representar un valor
preexistente, o constituir un crédito. Y el dólar ya no es
prácticamente más que lo segundo, con el agravante de que rebasar la
capacidad de pago lleva a un solo desenlace: la quiebra. A eso está
conduciendo la insensata solución de inventar más y más crédito de
la nada.
Además,
entre la moneda sólida y la moneda fiduciaria sin respaldo, está el
tema del derecho de propiedad privada, central entre los derechos
humanos y fundamental para prevenir que nuevas devaluaciones afecten a
la población.
Conclusión
Es
urgente vincular y fomentar las tendencias locales, regionales y
globales inspiradas en valores humanos y principios éticos. Diversas
corrientes culturales, sociales, ecológicas y espirituales deben
converger en estos momentos tan particulares.
Definitivamente
es posible superar las deficiencias del neoliberalismo y ahuyentar la
amenazante violencia de la nueva izquierda irracional. La exasperación
que surge por todos lados debe servir de fermento catalizador que se
transforme en energía creativa y positiva para ayudar a construir una
nueva civilización en donde la convivencia se rija por formas
prácticas de humildad, respeto, sacrificio, amor, sabiduría y gozo.
"La
convicción de que el capitalismo como 'sistema' de producción pueda
efectivamente ser 'orientado' al desarrollo humano, evitando las
distorsiones del liberalismo económico, ha sido por mucho tiempo una
esperanza. Hoy, frente a cuanto está sucediendo después del fin de la
era industrial, ¿se puede decir quizás que esta esperanza está más
cerca de convertirse en realidad?". Bartolomeo Sorge.
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