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Cuando caemos

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Cuando mis hijos hacen una travesura,  no han terminado de acercarse a mí y ya los he perdonado.  Los papás perdonamos con tanta facilidad.

 

Qué dolor cuando caemos otra vez en ese mismo pecado.

Parece que nunca tendremos fuerzas para superarlo.

Yo, cada vez que caigo, me abrazo a la Misericordia Divina, y busco corriendo el perdón de Dios. Son noches de desvelo, de encuentro, en las que oro casi sin darme cuenta.

Luego, acudo a un sacerdote y me confieso.  

Es lo mejor que puedes hacer. Renuevas tus esperanzas, tus alegrías y vuelves a sentir el abrazo de Dios, como una brisa fresca que te envuelve.

Con los años he aprendido a conocerlo. Y sé que es un padre amoroso y tierno.  Ser papá de 4 hijos me ha ayudado a percibirlo más íntimamente. 

Cuando mis hijos hacen una travesura,  no han terminado de acercarse a mí y ya los he perdonado.  Los papás perdonamos con tanta facilidad.  ¿Y Dios?  El salmo 102 lo describe a la perfección:

"Como un padre
siente ternura por sus hijos,
siente el Señor ternura por sus fieles;
porque él conoce nuestra masa,
se acuerda de que somos barro".

Hace algunos años, lo recuerdo bien, me encontraba en el confesionario. Estaba desanimado por  haber ofendido a Dios. El buen sacerdote, con gran bondad me dijo algo que me acompaña cada día y me llena de ánimo, cuando más lo necesito:

“Santo no es el que nunca cae,  sino el que siempre se levanta”.