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La lucha entre el bien y el mal

El creyente en Cristo vive en medio de una lucha continua entre el bien y el mal.

El mal se presenta desde dentro: pasiones desordenadas, egoísmo, avaricia, odio, pereza, gula, lujuria. O desde fuera: un mundo que tienta, que aprisiona, que subyuga, que engaña; y un demonio que es el padre de la mentira y el origen de tinieblas asfixiantes.

El bien también está en nuestros corazones, desde ese deseo que Dios pone en cada uno hacia el bien, la verdad, la justicia, la belleza. Y está “fuera”, en la voz de Dios que habla desde la Iglesia, desde un amigo bueno y sincero, desde una inspiración que nos susurra que dejemos el camino del pecado para dejarnos guiar por la luz de Jesucristo.

La lucha entre el bien y el mal marca la historia humana. Unos optan por el camino del maligno. Otros siguen las huellas del Maestro.

La imagen de las “dos banderas”, que presenta san Ignacio de Loyola en sus ejercicios espirituales, sirve para entender esta lucha milenaria: “la una de Christo, summo capitán y Señor nuestro; la otra de Lucifer, mortal enemigo de nuestra humana natura”.

Hay heridas, hay momentos de duda y de angustia, hay derrotas. La batalla llega muchas veces hasta lo más íntimo del alma, o divide una familia, o destruye la convivencia de un pueblo.

La victoria definitiva será la del Amor sobre el odio, la de la misericordia sobre la dureza de los corazones. El Reino avanza, en medio de mil combates. “Cristo vence, Cristo reina, Cristo impera”, hasta llegar a ser todo en todos (cf. Col 3,11).

P. Fernando Pascual