Reflexión homilética 14 de Julio de 2019
Una de las cosas más repetidas por el Señor, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento es la invitación a la conversión.
Incluso en el tercer misterio luminoso que nos presentó el Papa Juan Pablo II se nos pide meditar en la llamada a la conversión para entrar en el Reino.
De esto nos habla precisamente la primera lectura de hoy.
- Deuteronomio
“Conviértete al Señor, tu Dios, con todo el corazón y con toda el alma”.
Sin duda nos está pidiendo que la mente y el corazón vayan juntos por los caminos de Dios.
Para ello la Escritura nos dice que cumplamos sus mandatos, que no son inalcanzables, más bien:
“El mandamiento del Señor está muy cerca de ti: en tu corazón y en tu boca. Cúmplelo”.
Buena enseñanza para este tiempo que no aprecia la ley de Dios.
Podemos decir que nuestra naturaleza está tan bien hecha que el Creador se nos ha quedado dentro y su voz repite en el interior de todo el que no está pervertido:
“Obra el bien… evita el mal”.
- Salmo responsorial (68)
Nos dice: “Buscad al Señor y revivirá vuestro corazón”.
Podemos entenderlo como un pedido a la conversión: si nos hemos alejado de Él hay que buscarlo para que reviva el amor en nosotros.
De hecho toda criatura, para ser feliz, necesita encontrarse con su Creador que es, al mismo tiempo, la meta y fin de su vida y el amigo más íntimo.
El salmo nos invita a vivir en la humildad para ser felices:
“Miradlo, los humildes y alegraos”.
- Colosenses
El apóstol nos presenta a Jesucristo en un precioso himno que nos describe su grandeza porque siendo hombre es al mismo tiempo imagen de Dios invisible y primogénito de toda criatura.
Es bueno que meditemos cómo en Jesucristo se da la perfecta divinidad y la humanidad verdadera. Por eso mismo nos asegura la fe que es Jesús el que nos ha reconciliado con nuestro Dios al que hemos ofendido de tantas maneras.
- Aleluya
Si el Antiguo Testamento nos hablaba de la Palabra del Señor, ahora San Juan nos explica cómo Jesús, Verbo de Dios, tiene palabras que son espíritu y vida y por lo mismo Jesús es el Verbo enviado por Dios, la Palabra:
“Tú tienes palabras de vida eterna”.
- Evangelio
El Evangelio es de San Lucas.
Nos habla del maestro de la ley que se acerca a Jesús y le hace una pregunta cuya respuesta él mismo conocía perfectamente.
Por eso, como buscando justificarse ante la gente que está escuchando, le pregunta al Señor:
“¿Y quién es mi prójimo?”
La respuesta es clara para todos:
El prójimo es el próximo. Es decir, el que está cerca de nosotros, sea amigo, desconocido o incluso enemigo.
Jesús aprovecha para exponer la parábola tan conocida e importante de “el buen samaritano” que se encuentra con un desconocido herido y maltratado, y que además era judío. Sin embargo lo atiende con delicadeza, lo lleva a la posada y paga su estancia para que recupere su salud.
De todas formas, es bueno que la Iglesia nos recuerde con frecuencia y sobre todo en las enseñanzas dominicales, que el primer mandamiento es “amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con todo tu ser”.
A continuación viene, en el Evangelio de hoy, la última parte de la respuesta que da el doctor de la ley: “y al prójimo como a ti mismo”.
Pero sabemos que Jesús llevará este precepto a la perfección cuando diga en la última cena:
“Este es mi mandamiento: que se amen unos a otros como yo los he amado”.
Jesús es el modelo perfecto del amor que nos conduce a la conversión completa y mediante ella a la posesión del Reino.
José Ignacio Alemany Grau, obispo